
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
En muchos ámbitos de la vida, deambula gente que realiza su trabajo sin que para ello conste argumento o la más elemental razón de cuanto ejecutan, expresan o comunican. Hay de todo en esta especie. Existen los simuladores; aquellos que se han tomado como faena pintar frontispicios que aguantarán mientras la obra esté en marcha. Todo ello, para hacer ver que lo suyo es una misión gigantesca, la más de las veces, inédita. Estos impostores logran su cometido porque de eso viven; concurren porque cuentan con quienes les necesitan para hilar un relato de avances o de conquistas en el mundo de las esperanzas y en los países de las mentiras.
Otra variedad está caracterizada por aquellos que, teniendo un cargo (no importa de qué dimensiones) deciden y operan sin tener la más pálida idea de qué se trata aquello que les puso en sus manos la diosa fortuna, el apego, la coyuntura o las ligaduras creadas a partir de la confianza o de los acuerdos. La llamada “curva de aprendizaje” no sólo es tal, sino que los costos de sus decisiones y acciones muchas veces no se alcanzan a saber públicamente porque han quedado conferidas al soterrado calabozo de las ocurrencias que no prosperaron y que causaron destrozos enmudecidos.
En la sosa dimensión de aquello que sucede sin fundamento, también hay personas que, nutridas por la egolatría, pretenden “innovar” mediante el artilugio de nombrar de otra manera aquello que se ha realizado desde tiempos inmemorables. En lugar de analizar qué se puede mejorar, cómo y para qué, lo que habita en la cabeza de los de esta legión es ¿qué nombre, eslogan o etiqueta mercadotécnica colocar? para tratar de convencer que se trata de un programa o proyecto original. Usualmente estas iniciativas tienen fecha de caducidad. Después, cual Sísifo, llega otro del mismo linaje, para tiznar el pasado inmediato.
En cierto ejercicio periodístico existen aquellos que esmeradamente cultivan el rumor, la nota o la columna sin fundamento, sin razón ni base alguna. Hacen de su quehacer la calumnia. La ausencia de verificación o evidencia documental es directamente proporcional a su pereza mental. Escriben falsedades; agrandan, omiten o achican, según les convenga. Lamentablemente, así está constituido una parte del mundo, pero debemos reducirlo a su mínima expresión.
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