Fecha de Publicación: 20/04/2015
Esta columna fue publicada en el periódico Milenio Estado de México.

Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM

El pasado 13 de abril llegó al final de su existencia el escritor y artista Günter Wilhelm Grass. El próximo 16 de octubre cumpliría 88 años, pero su vida se cortó seis meses antes. Frente al fallecimiento de las personas dirigimos nuestra atención para indagar quién fue o quién era. Cuando es talento que hizo aportaciones en diversos campos, se despiertan o se hacen reconocimientos post-mortem de manera frenética y poco duraderos. Ante la oscuridad que representa el fin de la existencia, de cara al viaje hacia la nada, el recurso que tenemos es distraernos con el legado que dejó. Peculiar manera de sortear la angustia que nos produce la muerte. La religión ha sacado gran tajada de esta zozobra.

Cuando se trata de cualquier otro ser humano que no alcanzó la resonancia de un Günter Grass, esa distracción se dirige a temas más inmediatos, mundanos y nutridos de cotilleo como: “de qué murió”, “cómo falleció” o, “al lado de quién expiró”.

La particularidad de Grass es que como intelectual tuvo una copiosa producción en diversos géneros y ámbitos. Entre el estrecho mundo de las personas asiduas a la lectura, quizá se le tendrá presente por su trilogía formada por: El tambor de hojalata (1959), seguida de El gato y el ratón (1961) y cerrando con: Años de perro (1963). Pero Günter, nacido en Danzig, Polonia, antes de surgir como escritor adquirió una sólida preparación como escultor y dibujante. De ahí que aparte de haber generado ensayos, novelas, aforismos y de haber legado su biografía, fue reconocido por sus pinturas, esculturas y dibujos.

En la ciudad de Lübeck se instaló y mantuvo la Günter Grass-Haus; sitio dedicado a exponer la producción artística y literaria del autor. Este poeta vivió sus últimos años en Behlendorf, muy cerca de Lübeck. Fue un pensador y activista de izquierda. Tomó parte en las actividades del Partido Socialdemócrata (SPD). Un tipo enérgico y crítico ante temas como la reunificación alemana y en asuntos sobre energía nuclear. Este ensayista germano contó en “Pelando la cebolla”, publicado en el año 2006 y traducido al castellano en 2007, cómo había participado en el cuerpo de seguridad especial nazi (la Waffen-SS) con apenas 17 años de edad. Se imaginarán los reproches y aversiones que se ganó. Desde que alcanzó resonancia, se le conoció como el pensador de la posguerra.

Günter Grass fue padre de seis hijos; organizado como era, con madres distintas. Se le agregaron dos más, resultado de su última pareja, llamada Ute. Se asumió como padre de los ocho. Generosidad de un ser humano como él era. Desde su primer divorcio se autodefinió como un padre incapaz y deficiente. Quizá la savia de la autocrítica. Gran parte de la relación con sus hijos la cuenta en uno de sus últimos textos: La caja de los deseos. Siempre hay que desear.

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