Tecnología y personalidades

Fecha de Publicación: 04/08/2014
Esta columna fue publicada en el periódico Milenio Estado de México.

Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM

Cuando usted tenga un poco de reposo, trate de hacer un recuento acerca de lo que hace con su teléfono celular. Le comparto algunas pistas para dicha revisión. ¿Cada cuándo cambia este dispositivo? Si lo hace religiosamente como mandata la mercadotecnia, usted debe estar en el rango de los 18 a 20 meses. Si ha logrado conservar el mismo equipo durante más de año y medio, entonces notará que diversas funciones comenzarán a fallar; por ejemplo, la pila durará menos tiempo, a pesar de que la recargue afanosamente.

¿Para qué usa este dispositivo? Desde luego, para hacer y recibir llamadas. ¿Usted llama con más frecuencia de la que le llaman? ¿Por qué? Es probable que ello tenga que ver con su condición emocional, laboral, profesional y/o jerárquica frente a los demás. ¿Envía y recibe mensajes de texto como estrategia de ahorro? No debemos confundir. Los mensajes que elaboramos a través de nuestros teléfonos no son “escritos” en un sentido cabal; es nuestra voz convertida en peticiones, reclamos, anhelos, deseos, planes, ilusiones, furias, reencuentros, informaciones que deseamos comunicar a una o más personas. Es decir, convertimos nuestra habla en algunas palabrejas que “suenan” en la mente del receptor cuando lee nuestros mensajes, casi siempre amueblados con emoticones de las más variada estirpe y calaña. Pero no escribimos. Vamos, hacemos que suene nuestra habla mediante la “aplicación” de enviar mensajes.

Si tiene las condiciones económicas para tener incluido el servicio de internet en su teléfono celular, entonces las alternativas de uso, las multitareas que puede realizar crecen exponencialmente. Claro, las más sonadas serán las aplicaciones basadas en reactivar nuestras interacciones sociales a través de Twitter, Facebook y nuestros contactos depositados en el correo electrónico. ¡Aahh… cuántas huellas digitales estamos dejando a través del uso de estas aplicaciones que bajamos a nuestros equipos telefónicos! En estos dispositivos, en sus memorias, alojamos nuestras comunicaciones, contactos, fotografías, videos, la música que nos identifica; algo de nuestra agenda ocupacional; mucho de nuestros círculos más próximos, privados e íntimos y aquellos relativamente cercanos. Con tanta información personalísima que vaciamos en el celular ¿pretendemos mantener nuestras intimidad y privacidad a salvo?

No se trata de una tecnología demoniaca pero tampoco inocua. Se trata de lo que hacemos las personas con estos dispositivos que hoy pueblan gran parte del planeta. Una parte de nuestras condiciones, capacidades, aprendizajes, intereses, virtudes y mundo afectivo que nos circunda se proyectan en los usos cotidianos que hacemos con esta tecnología transmedial. ¿Usted, cuánto proyecta de si a través del celular?

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