Domingo Familiar, desde una Mirada Femenina

Hoy, como todos los domingos, mi marido nos ha invitado a desayunar. Es una linda costum­bre que hemos fundado en esta familia; así que salimos todos juntos: él, mis dos hijas, mi hijo el mayor y yo. Confieso que de lunes a viernes casi no podemos convivir porque mi esposo trabaja mucho, es decir, todo el día; yo, aparte de atender la casa, tengo empleo de medio tiempo en una oficina. Bueno, digo medio tiempo pero en realidad mi jornada laboral es de las 8 de la mañana a las cinco de la tarde, así que llego medio muerta, a poner todo en orden, porque mis peques hacen muy poco por sus propios espacios y por el resto de la casa que les cobija.

Tengo una «muchacha» que me ayuda a lavar la ropa, a cocinar y al aseo general de mi hogar. Linda liberación femenina, ¿no creen? Yo trabajo más de 16 horas al día (entre mi empleo y la casa) y he logrado pasar, a otra mujer, muchas de las labores domésticas, aburridas, tediosas y mal pagadas que representa mi sacrosanta casa. –Como que las cuentas de la liberación no me salen muy bien, pero me siento emancipada y defensora de los estudios de género.

¿Mi marido? Un ángel. .. Me deja trabajar y no se mete con el dinero que gano. Mucho me temo que en realidad no le conviene husmear en mis ingresos porque sabe que todo lo ocupo en ropa para mis hijos, vestimenta personal, salidas al café con mis amigas, cosmetería, lencería y el pago de mi celular. Bueno, el caso es que no se mete con mi salario ni es un cuentachiles, como dice mi madre.

Hemos llegado el restaurante. Ya nos dieron mesa. ¿Café para todos? -nos pregunta un mesero de no malos bigotes y de mejores pompas que alcanzo a verle. Todos asentimos. Mi marido ha abierto su periódico y de inmediato queda cautivado por la política nacional, las crisis internacionales y los deportes. Yo discuto con mis hijas acerca de lo que deben desayunar. Mi hijo, desde que llegamos a la mesa, se ha colocado nuevamente sus audífonos para escuchar la música proveniente de su walkman. ¡Es tan saludable, tan buen chico … me siento orgullosa de él. -Aunque lo niego todo el tiempo, mi hijo es el consentido de mi corazón.

Conforme llegan nuestros platillos, cada uno se concentra en su desayuno, hasta dejar erosiona­dos sus platos y vacías las tazas de un café excesivamente estanda­rizado. Mi marido es un gran lector; le gusta enterarse de todo lo que sucede. Cuando contemplo esta escena dominical, digo para mis adentros: qué linda foto saldría … ¡digna de un marco en pura caoba!.

¿Pedimos la cuenta? -le pregunto quedito para no interrumpirlo en su lectura–. Parapetado entre las enormes sabanas del periódico, me contesta con un sí, absolu­tamente varonil. Llegó la cuenta. Mi marido paga.

Nos marchamos y emprendemos la ruta que nos llevará a ver a mi suegra y, luego, visitaremos a mis padres. Pasadas las siete de la noche, llegaremos a nuestro hogar, pero sin nuestros hijos, pues después de la comida se han marchado a lugares mas intere­santes; mi esposo se quitará los zapatos, se desabotonará el pantalón; tomará el control remoto, encenderá la televisión de nuestra recámara y, pasadas dos horas exactamente, se quedará dormido, con el telemando en la diestra.

¿Yo? … seguiré anhelando que un día me mire de frente, me llame por mi nombre, me toque traviesamente hasta descubrir mi lencería y se decida a conversar, cara a cara, piel a piel, corazón a corazón y, sexo a sexo.

  • responder Javier Jardinez M. ,

    Hola Dr. Guadarrama. Interesante escrito que describe de manera concisa la realidad de muchas familias, rutina y falta de comunicación. Un abrazo

    • responder María del Pilar Morales Hernández ,

      Hola Dr. Guadarrama: parece un cuento o fantasía… pero mucho de realidad, que refleja muy dentro justo las últimas líneas: falta de comunicación y a pesar del «desayuno» falta de apetito por nuestro compañero o compañera de vida. Felicidades por compartir, escribir y despertar conciencias.

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