Cada año, aparecen los resultados del examen de admisión a la UAEM. Para quienes logran ingresar a las aulas universitarias, seguramente representa una meta de especial trascendencia y de beneplácito para sus respectivos familiares. Enhorabuena.
Pero ahora quiero tributar a los aspirantes que no aparecen en la lista de aceptados. Más allá del desmoronamiento de ánimos y de la explicable preocupación de los familiares, quiero atreverme a exponer algunas ideas y reflexiones.
Está claro que como madres y padres de familia deseamos que nuestros hijos e hijas continúen su formación escolar, y qué mejor si es en las aulas de la Universidad pública. Pero si el resultado desfavorable está a la vista, lo primero que debemos hacer -en forma inmediata–es buscar alternativas que hagan posible que nuestro hijo/a continúe su plan de formación; de poco sirven las lamentaciones y menos aún asignar etiquetas que lesionen la autoestima de nuestros vástagos. La maternidad y la paternidad se demuestran, también, cuando el escenario se ha puesto en contra de las metas anheladas o cuando los resultados están muy por debajo de lo esperado. Ante ello es necesario buscar y construir el diálogo y afianzar los lazos de unión y de amor para encarar de mejor manera la desventura escolar.
Es conveniente que los jóvenes -para este caso mayoritariamente adolescentes–aprendan a enfrentar y resolver la frustración y a salir de ella a través de un plan alternativo. La vida está configurada no sólo de resultados positivos sino de obstáculos que pueden traducirse en grandes desafíos para sobreponerse, salir más fortalecido y con una mejor estructura de personalidad. Nada más preocupante que un ser humano que desfallece ante las contrariedades y no se vuelve a levantar.
Si bien la idea primaria y fundamental era ingresar a las aulas universitarias, al no haber obtenido el puntaje necesario, es obligatorio trazar uno, dos o tres caminos opcionales. Por supuesto, cada sendero imaginado ha de cumplir, como requisito básico, con la factibilidad y la pertinencia. Lamentablemente para muchas familias el factor económico tiene un papel superior y categórico para concebir opciones como el ingreso a una institución privada, pero quizá habría que analizar la conveniencia de opciones educativas de nivel técnico que, además de ofrecer preparación académica de nivel medio superior o de licenciatura, buscan formar personal capacitado para ingresar al sector industrial.
No pretendo saltar el hecho de que para muchas familias y estudiantes, la imagen que se tiene de una considerable cantidad de escuelas técnicas en nuestro país es poco favorable. A pesar de ello, me parece que la faena es buscar las mejores opciones disponibles en el entorno y tener muy claro que el ánimo y trabajo constante de nuestros hijos, acompañados por el apoyo de los padres y las madres, también juegan un papel trascendente en su preparación, proyección y futura inserción laboral.
También se vale considerar un nuevo intento el próximo año, sea en esta institución o en otra; pero acompañado de un programa de actividades que mantenga activos a nuestros/as hijos/as y en pleno uso de su capacidad intelectual, emocional y física. Lo más importante es evitar, a toda costa, que nuestros jóvenes queden fuera del sistema educativo pues en ello va comprometido su futuro y el del país.
Esperemos que dentro de pocos años, la f/exibilización de los planes y programas así como las nuevas modalidades de enseñanza abiertas y a distancia, no sólo amplíen la capacidad del sistema educativo de nivel medio y superior y por ende la participación de nuestros jóvenes, sino que dejen atrás la idea de ingresar o no a las aulas, para dar cabida, en la Universidad Virtual, a la formación y actualización permanente que requerimos para vivir y comprendernos mejor.
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