En el momento que escribo esta columna, faltan cinco horas para que inicie el primer debate entre los candidatos y candidata a la presidencia de México. Mientras llega la hora, no puedo evitar comentar el que vimos el pasado 18 de abril, en el que participaron siete personalidades por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.

La candidata a vencer es la morenista-petista-Encuentro Social, Claudia Sheinbaum, en tanto ostenta el primer sitio entre las intenciones de voto, seguida –varios puntos atrás—por Alejandra Barrales, quien ha tenido que aprender a sortear los rápidos que le impuso su partido al tener que aliarse con el PAN y con el partido que socarronamente lleva por nombre: Movimiento Ciudadano. Barrales Magdaleno lleva una carrera política que podría considerarse meteórica, si se tiene en cuenta que en el año 2000 ocupó su primer cargo de elección popular como Diputada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Dieciséis años más tarde llegó a la presidencia del PRD.

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El candidato en tercer sitio, según las intenciones del sufragio capitalino, está ocupado por Mikel Arriola, abanderado del PRI. El hasta hace poco inalcanzable e intocable Director del IMSS va contracorriente y trata de hacer la “hombrada”, como se dice en el argot boxístico, de ganar por vez primera (desde que hay elecciones en la capital de México) la joya de la corona. Tal maravilla se antoja quimérica por enésima ocasión.

Como lo he anotado en este espacio, en los debates mediáticos y transmediáticos hay de todo, menos debate, sensu lato. Lo que sí emana a borbotones en este tipo de ejercicios circenses que nos lanza a la cara la realpolitik es una serie de estrategias enfocadas a generar o mejor aún a ensanchar el descrédito, la desconfianza, el modus vivendi y el modus operandi de los políticos y de sus maneras de tomar decisiones, así como de gobernar. Ellas y ellos tratan de apoderarse del mayor número de votos posibles (o imaginarios) a fuerza de hacer del corrosivo ataque su arma letal; cualquier medio está justificado con tal de captar votantes indecisos, veleidosos o fáciles de sorprender.

Al concluir el primer debate por la capital del país, es inevitable advertir que las cosas estaban mal; que han empeorado y que, amenazan con mantenerse esa dirección. Seguiré…