
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
La semana pasada, un periodista formuló una pregunta al presidente de México Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a propósito de que, hasta ahora, se ha anunciado que las universidades públicas ya no aplicarán examen de admisión, como un mecanismo para “rechazar” a estudiantes, en tanto es y será un derecho el ingreso a la educación superior, como parte de la 4T. ¿Habrá más presupuesto? Será pantagruélico.
El reportero dijo que, entonces qué sucederíacon los médicos generales, que cuando quieren hacer una especialidad deben presentar unarigurosa evaluación y, si no lo aprueban o si no alcanzan el puntaje requerido, no ingresan. Como se sabe, el acceso a la educación superior incluye estudios de licenciatura y de posgrado, hasta el doctorado.
Ante ello, el mandatario de la 4T dijo que, bueno, hay casos –como ese tipo de especialidades—donde sí está bien que se aplique examen de conocimientos para poder ingresar o no, pues eso sí es otra cosa.
Imagínese usted que, donde nos va la vida, estuviésemos en manos y cerebros ignorantes, desactualizados o torpes; entonces no vivimos para contarla. O bien, que ante un ligerísimo sismo, el menor viento o una suave lluviacolapsaran-edificios, puentes, carreteras, casas-habitación. Esas sí que son palabras mayores.
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A contraluz, se asume que para ser docente en educación inicial, preescolar, básica, media superior o para formarse en otras disciplinas, sean las sociales, económico-administrativas, educación, humanidades o agropecuarias, bien se podría eximir de ese farragoso proceso neoliberal y tecnócrata que para nada sirve, excepto para rechazar despóticamente el talento que corre a raudales entre todos los egresados y egresadas que aspiran a ingresar a otras licenciaturas “complementarias”, supletorias o para las que no se precisa una prueba de conocimientos en serio. Al fin que se trata, nada más, de formar a las nuevas generaciones en el resto de los campos del conocimiento, incluidas las artes.
Si efectivamente ningún infante o joven debe quedarse sin estudiar, lo aplaudo. En principio, de los tres años hasta los 29, resueltas otras necesidades esenciales, lo que se impone es cultivar el conocimiento y desarrollar las capacidades humanas; siempre que no se dé por sentado que hay ciencias de primera y de cuarta.
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