¿Qué vimos en 2019? En la oferta del entonces candidato AMLO, dijo que el ejército regresaría a los cuarteles; que el papel de la milicia no era combatir a la delincuencia. En el ejercicio del Poder Ejecutivo, respaldado por el Legislativo, el presidente no regresó a las fuerzas armadas a sus fortines sino que les impuso “ayudar” a formar la Guardia Nacional (GN) y continúa en las calles. Por un costado, nutriendo con su propio personal las filas de la GN, complementada con elementos de la exánime Policía Federal. Por otro, mediante el proceso de reclutamiento, selección, entrenamiento y capacitación, para engrosar el número de efectivos en la GN. Ha sido un proceso complejo y tomará varios lustros, guste o no.
Los resultados han sido pobres y se nota una palmaria descoordinación. Para muestras, varios botones: los grupos de autodefensa de Michocán-Jalisco y cómo lograron repeler el ataque al municipio de Tepacaltepec, Michoacán, en tanto el ejército llegó al final de la refriega; la matanza en Minatitlán, Veracruz; el denominado “Culiacanzo” y, el asesinato de varios integrantes de la familia LeBarón, en el estado de Chihuahua.
Al respecto, el presidente de México tuvo que reconocer que no estaba logrando el avance que había prometido. Pidió un año más para entregar mejores resultados. Aparte de recurrir a la idea de que todo ello se debe al periodo neoliberal, así como a la malograda estrategia aplicada por el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, el titular del Ejecutivo se ha impuesto un plazo que penderá básicamente sobre él, cual espada de Damocles.
Aquí el asunto es que AMLO no es Damocles sino el mismísimo rey Dionisio. No podrá levantarse de la mesa. La hebra que sostiene dicha tizona tiene más que ver con un asunto histórico-social, que funciona a escala global y cuya manifestación local ha cubierto de sangre y de inseguridad el territorio nacional. Seguiré…
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