Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
He regresado a la agenda política el tema de las estancias infantiles. Los sucesos ocurridos en Hermosillo, Sonora, el 5 de junio de 2009, cuando el incendio en una bodega se propagó hacia la Guardería ABC, han retornado. Murieron 25 niñas y 24 niños, dejando en el más devastador e imborrable de los dolores a madres, padres y familiares, ligados a cada uno de esos decesos. Además, quedaron lesionados 106 niños y niñas.
Tiempo después, se recordará, el gobierno de Felipe Calderón modificó la Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil. El propósito fue mejorar los criterios y estándares de calidad con la que cada estancia infantil debe operar, en beneficio de niños y niñas.
El asunto ha recobrado visibilidad debido a que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció, entre el racimo de otros recortes presupuestales aplicados recientemente, uno más: la disminución del dinero enviado a las estancias infantiles en las que se identifican irregularidades en el manejo de esos fondos públicos otorgados a dichos establecimientos.
La oleada de reclamos y debates cobró fuerza cuando hace unos días Carlos Urzúa, Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP) hizo referencia a lo que entendió que dijo la Secretaria de Bienestar, María Luisa Albores.
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Urzúa adelantó que, a su entender, el dinero se le podría dar a los padres y madres de familia, para que sean quienes decidan a qué estancia infantil pagarle por brindar la atención y los cuidados que sus vástagos requieren, mientras ellas y ellos están en sus empleos. O bien, que tales recursos podrían ir a parar a las manos de abuelas de esos nietos(as), quienes podrían cuidar mejor que una guardería.
Creo que estamos en un compás –ojalá iniciático– en el que se abusa de las declaraciones de banqueta, del uso de ocurrencias a bocajarro, por el simple hecho de que alguien pregunta y algunos políticos no resisten la tentación de responder, sea con aquello que suponen saber o deducir o, de lo que conjeturan que dijo otra persona.
Se generaliza vorazmente. A los demás se les ve como si estuviesen en las mismas condiciones y valores axiológicos que quien amanece con la euforia de declarar. Lo peor, se ofrecen soluciones que distan mucho de serlo.
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