La semana pasada fue enviada al Poder Legislativo la iniciativa de [contra]Reforma Educativa impulsada por el gobierno federal, con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la cabeza. Las universidades públicas en todo el país, comenzando por la Universidad Nacional Autónoma de México, amanecieron sin el pilar fundamental e histórico logrado desde 1929, su autonomía. Poquito después de las 20:46 del día de la Virgen de Guadalupe, algunos universitarios que leyeron el tuit del diputado panista Juan Carlos Romero Hicks, comenzaron a pensar que México estaba próximo a vivir algo parecido a la denominada «Noche de los bastones largos». Aquel lamentable episodio ocurrido en Argentina el 29 de julio de 1966.

La calma retornó minutos después de que el Secretario de Educación Pública (SEP)Esteban Moctezuma, respondiera con presuroso tuit que era una falsa polémica y que ya había hablado con Romero Hicks para reunirse a la brevedad. Además, tuvo que aclarar que se trataba de «un error de transcripción», atribuido –según su entender—a una computadora que cometió tan maléfica omisión, al traducir mal de un formato a otro, mandando a volar a la autonomía universitaria por obra de caprichosas teclas. Hay que revisar los audios de las aclaraciones del titular de la SEP, para entender que sí deambula en sus oficinas tan descuidada computadora. Gajes del oficio y de las presiones por madrugar lo más temprano posible en materia de contrarreforma educativa.

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La autonomía hunde sus raíces en históricos avances que han viajado hasta nuestros días desde los siglos XI, XII y XIII, con universidades emblemáticas como las de Bolonia, París, Oxford, Salamanca y Cambridge. En América Latina, dicha convicción autonómica sopla con fuerza desde 1918-1919, con el movimiento y logros de la Universidad de Córdoba, Argentina.

Estar fuera de los intereses y conflictos de los gobiernos, así como de los partidos políticos, nutre las bases de la autonomía universitaria. La capacidad para autogobernarse y elegir a sus autoridades y órganos de gobierno, así como la discusión de todas las ideas, mediante la libertad de cátedra y el ejercicio de la investigación, a través de planes y programas de estudio, constituyen la savia de esa autonomía que desapareció durante unas horas.