Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
La semana pasada se efectuó el segundo debate entre las cinco candidatas y los dos candidatos que aspiran a la Jefatura de la Ciudad de México. La tónica de las preguntas soltadas a lo largo de 112 minutos, tenía como hilo conductor que cada participante intentara explicar mediante un “díganos cómo…” la viabilidad de sus propuestas. Por si fuese poco, se instó a que las y los protagonistas de la batalla de planteamientos, pusieran el acento en esos aspectos más finos y profundos, al tiempo que se les imploraba dejar a un lado las descalificaciones hacia sus adversarios(as).
Mariana Boy, Claudia Sheinbaum, Mikel Arriola, Alejandra Barrales, Marco Rascón, Lorena Osornio y Purificación Carpinteyro, con distintas dosis e intensidades, dispersaron engañosos malabarismos aritméticos y ficticios acuerdos estratégicos para exponer los anhelados “cómos” y así explicar: la atracción de inversiones a la capital; de dónde se obtendría el dinero para crear nuevos empleos; el aumento de la cobertura educativa en jóvenes; cómo “empoderarían” a las mujeres, entre otros significativos asuntos. Escuchándoles con serenidad, uno puede concluir que, a la compleja vida social, económica, educativa y cultural de la ciudad de México, en realidad lo que le ha hecho falta es que alguna de ellas o de ellos tenga el timón en sus manos para que la capital del país funcione como la gigantesca máquina suiza que ya es, nada más que los(as) demás desconocen el engranaje y la manera correcta de aceitar el navío.
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En las contiendas electorales, así como entre sus abanderadas(os), se requiere una perspectiva ética frente a la ciudadanía. Me temo que a menudo hacen planteamientos faltos de seriedad, engañosos y carentes tanto de veracidad como de viabilidad, de evaluación de costo-beneficio económico-social y cultural. Un ejemplo: Prometer que un programa o servicio –dirigido a determinado sector de la población– será “gratis”, es encubrir sórdida y tramposamente la realidad desde lo político. Un determinado bien o servicio público, puede carecer de costo para el bolsillo de personas concretas, pero ese dinero ha salido de algún lado, sea en forma de endeudamiento o dejando de ejecutar programas incluidos en otra política pública. He aquí lo anti-ético, con tal de ganar votos.
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