Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
La semana pasada se vivieron días intranquilos en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Previo a la salida de vacaciones, circulaba el rumor de que la máxima casa de estudios pasaba aprietos financieros y que, ello le llevaría a no pagar los esperados aguinaldos a todo su personal. También revolotearon expresiones sombrías que afirmaban que tampoco se pagaría la segunda quincena decembrina.
Las redes sociales, especialmente Facebook, Twitter, así como los distintos grupos integrados mediante el WhatsApp desde escuelas y facultades, se constituyeron en las cajas de resonancia de lo que amenazaba con volverse en una hecatombe si uno o los dos escenarios se cumplían fatídicamente. La segunda quincena llegó a tiempo, pero nada se aplaudió.
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El papel de los dos sindicatos, el SUTESUAEM (que aglutina al personal administrativo) y la FAAPAUAEM (que agrupa a docentes) fue clave para evitar que los ánimos se desbordaran después de que el día 20 de diciembre -fecha límite para que se pagara esta prestación laboral- no se había reflejado esta obligación patronal en las cuentas de sus empleados. La comunicación fluida y constante de los líderes sindicales con el rector de la UAEM, el Dr. Alfredo Barrera Baca, contribuyó a que se conociera, palmo a palmo, cómo iban las gestiones del rector de la UAEM con el gobierno Federal.
Por fin, pasadas las 17:35 horas del día 21 de diciembre, los aguinaldos se dispersaban a cada una de las cuentas de la comunidad de la UAEM. Las visiones malignas fueron las menos y su eco languideció. El silencio también comunica; tiene sus propias reglas y códigos. Pocos saben interpretarlo adecuadamente. Muchas personas están en las redes sociales digitales y sus respectivos grupos, pero ecasos son los que hablan-escriben en dichos ámbitos. Se confunde tamaño del grupo con su fuerza; sobre todo, con su representatividad colectiva.
El silencio de muchos universitarios durante estos días de tensión, habló de la confianza que se le tiene a la máxima casa de estudios y a quienes la dirigen. Saber esperar trasluce serenidad, prudencia y esperanza ante la capacidad de gestión institucional. El silencio nos desmarca de los agoreros. Todavía se ejerce una callada manera; útil para saber mirar el mundo y para estar en él.
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