Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
El pasado 23 de marzo, con base en los indicadores que tenía la Organización Mundial de la Salud (OMS), México entró a la fase 2 de la pandemia del coronavirus. Fiel a su vocación de ir a su paso y no acatar indicaciones de nadie; menos aún de un organismo internacional, fue hasta el viernes 27 cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) decidió enviar el mensaje a la población, a efecto de pedir que, ahora sí, era momento de que la gente se quedara resguardada en casa. El propósito: reducir la capacidad de contagio que tiene el virus a través de la interacción social que desplegamos al acudir a nuestros trabajos y, en general, al salir a la calle.
Si la tendencia no se detiene, el próximo miércoles el país reportará más de mil doscientos casos de Covid-19. El viernes de la semana pasada habían muerto 12 personas en México a causa de esta pandemia. La letalidad del virus es alta. En Italia el porcentaje de mortalidad alcanzó 10.2% el pasado viernes, seguido de España con 7.8 %. Los países donde se registran los menores porcentajes son Austria (0.8%), Alemania (0.7%) y Noruega (0.5%). Ello ha tenido que ver con estrictas medidas de aislamiento y, desde luego, porque se han estado aplicando pruebas para detectar el virus en pacientes que presentan síntomas que podrían estar asociados al coronavirus.
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El Covid-19 está haciendo que tengamos más a la vista una serie de características estructurales que encaramos como país y como sociedad. Ha cobrado notoriedad que más de la mitad de la población sobrevive trabajando en la economía informal. Son millones de almas que, teniendo una ocupación, carecen de salario fijo; de seguridad social; de las prestaciones que marca la Ley. Cierto es que tampoco pagan impuestos. Consecuentemente, salir a buscar el pan de cada día constituye su vida cotidiana; aquello de “no salgan de casa”, si lo hacen, colapsarían pues no tendrían dinero para comer, ni para el transporte que les llevará a donde regularmente se ganan el sustento.
Ahora que una parte estamos recluidos en nuestros domicilios, tenemos el desafío de buscar cómo tender nuestras manos a quienes más lo necesitan: pacientes con coronavirus, población de tercera edad y, seres humanos cuya sobrevivencia pende del frágil hilo de los servicios y de las ventas.
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