Cada una de esas labores productivas o de servicios operará de manera limitada y cuidadosa. Nuestro escenario es claro: como especie, tenemos que salir a ganarnos la vida porque si no morimos por COVID-19, agonizaremos por los efectos que genera la pobreza; enclavados en un matorral de endeudamientos o quebrantados por los bienes que se han tenido que vender o rematar, por falta de dinero.
Toca a cada persona, desde los adolescentes hasta los octogenarios y más, protegerse, cuidarse y preservar la salud de quienes no perciben el peligro del contagio; como los infantes muy pequeños y diversos negacionistas covideanos.
Aunque haya gente necia, incrédula y torpe, oponiéndose a las medidas sanitarias, usemos cubrebocas de manera correcta; en lo posible, gafas protectoras; apliquemos rigurosamente la sana distancia, con dos metros entre cada persona, así como el lavado de manos con agua y jabón; serán medidas esenciales para reducir la posibilidad de infección.
A fuerza de salir a la “nueva realidad”, veremos si nos mantenemos vivos. Será una lucha que, si se gana, será por la capacidad para aprender nuevas formas de interacción social e íntima, y por nuestra prudencia.
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