2. Que la ocupación de quienes trabajan, permita la modalidad del teletrabajo; que en casa exista acceso a internet con el suficiente ancho de banda; computadoras necesarias para quienes las requieran; espacio para montar, en unos cuantos parpadeos, escuela, trabajo y esparcimiento, a fin de que sus moradores se conecten para seguir cursando sus estudios en línea y, a otros, desempeñar su faena. Mientras tanto, “alguien” se hará cargo de cocinar, ir al mercado, al súper y, de las tareas domésticas. En estos casos, la casa se habrá convertido en sitio de trabajo, estudios, pasatiempo y en una ristra de descansos, entrelazada con porciones de aburrimiento, fastidio o de morriña.
3. Que la dinámica afectiva entre los integrantes de la familia sea terso, colmado de amor, comprensión, paz, tolerancia y que tanto la armonía como la alegría, sean el alfa y el omega en la vida cotidiana de esa parentela.
Simplificar excesivamente la realidad es un estúpida actividad mental que se practica insistentemente. Idealizar a las familias mexicanas y pensar que en la mayoría de los hogares existe todo lo necesario para responder a esta adversidad sanitaria, es un juego pendenciero que está dando la espalda a esta inclemente pandemia.
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