Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
Este lunes seremos testigos de la magnitud que alcanzará en México el movimiento social “Un día sin Mujeres”. La idea original fue convocar a que el mayor número posible de féminas no acuda a sus lugares de trabajo y, que se abstengan de realizar los históricos e invisibles quehaceres domésticos. Así mismo, para cimbrar la economía, que hoy prescindan de comprar en alguna tienda o almacén.
Es una fecha eslabonada con el 8 de marzo, “Día Internacional de la Mujer y la Paz Internacional”. Fue instituido por Naciones Unidas en 1975, aunque puesto en marcha hasta 1977. La fecha fue recuperada del reclamo de las trabajadoras textiles, expresado en 1857, cuando un grupo de obreras salieron a las calles de Nueva York a protestar por las infames condiciones que imperaban en sus lugares de trabajo. Pidieron reducción de la jornada y que se pusiera fin al trabajo infantil. Años después sobrevendría, en la misma ciudad, el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist, ocurrido el 25 de marzo de 1911; murieron calcinadas 123 mujeres y 23 varones.
Todavía afectan a la mayoría de las ellas, entre otros fenómenos, la violencia de género; la desigualdad o brecha salarial; la violencia familiar; el acoso sexual y laboral; la violencia en el noviazgo; la exclusión para ocupar cargos de toma de decisión; la violación sexual impune; el feminicidio; la falta de derechos para decidir libremente sobre su cuerpo, es decir, el derecho a la interrupción legal del embarazo, dentro de las primeras 12 semanas.
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Esos y otros problemas que las afectan, son origen y consecuencia del milenario sistema patriarcal y machista que ejercemos en gran parte del tejido social y que reproducimos cotidianamente, tanto de manera agreste como a través de actitudes o acciones cuyo disfraz suele ser la broma, la duda, e incluso aquello que consideramos “inofensivo”.
Hoy se tiñe de morado este movimiento que hace visible lo invisible; que nos recuerda que –como sistema cultural– tenemos una deuda inmensa con la mitad del mundo. El color que lo abandera, hace honor a las sufragistas británicas, cuyas raíces se hunden hasta 1832, cuando por vez primera se reclamó el derecho al voto femenino. Se lograría el 6 de febrero de 1918. Una fuerza morada y verde que seguirá en ascenso, pese al desdén patriarcal.
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