Normalizar, minimizar y reclasificar

Normalizar, minimizar y reclasificar

Fecha de Publicación: 02/12/2019

Esta columna fue publicada en el periódico Milenio Estado de México.

Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM

Dentro de la histórica institución matrimonial, fermentada en el recipiente del patriarcado y de su semillero el machismo, se han normalizado formas violentas para encarar los conflictos.

Baste traer ciertas expresiones de madres de épocas pretéritas que decían a sus hijas, cuando padecían de violencia psicológica, económica y/o física a manos de sus respectivos maridos: “Tienes que aguantar… Toda mujer casada pasa por su noviciado; por lo tanto, tienes que soportar los golpes y malos modos de tu esposo; así son los hombres”.

Normalizar conductas y actitudes lacerantes – usualmente expresadas por los masculinos hacia su pareja e hijas(os)–, admitidas como parte de la vida matrimonial y familiar, constituye otra de las gruesas raíces que debemos extirpar socioculturalmente.

Des-normalizar toda forma de barbarie y combatir tanto el machismo más rancio como el más disimulado e invisible, es una tarea permanente y mayúscula que exige la participación de la sociedad en su conjunto, de los gobiernos, de sus instituciones y de los medios de comunicación; comenzando por la familia y la escuela.

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Mediante esa desnormalización y su pedagogía, es como podremos realizar acciones y programas preventivos. Un comportamiento violento que se empequeñece, que se reduce a su mínima expresión, pasa al subsuelo de lo invisible y pierde registro.

Regularmente dichas manifestaciones se toleran mediante expresiones como: “estaba en su cinco minutos”; “estaba de malas y, aunque yo no tenía nada que ver, se desquitó conmigo… pero ya pasó todo”; “es que en realidad lo hice enojar, lo saqué de sus casillas”; “es que él había bebido de más y por eso perdió la cabeza”.

Este tipo de tretas sociocognitivas conducen irremediablemente a la normalización de la brutalidad y a su corolario, el riesgoso perdón y al consabido “olvido”. En otro lamentable feminicidio sucedido en días pasados, que segó la vida de la regiomontana y madre de familia Abril Pérez Sagaón, más allá de lo que judicialmente se conocerá, se puede ver cómo un juez de control decidió “reclasificar” el intento de feminicidio por el de violencia familiar.

Sin duda, asistimos a la minimización de hechos violentos; a su normalización dentro de la familia, así como a una reclasificación que ha desatado oscuras conjeturas.

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