
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red Iberoamericana de Investigación FAMECOM
Está encendida la alarma. Ahora debido a que México ocupa el indeseable primer lugar en obesidad infantil y el segundo en el segmento de las personas adultas. Las fuentes estadísticas, tanto nacionales como internacionales, así lo atestiguan. Esta problemática de salud está vinculada a diversos factores que están interconectados de manera compleja.
I. El consumo cotidiano de alimentos con alto contenido de azúcares y grasas constituye uno de los vectores más visibles, pero es el que menos se puede controlar porque implica, por un costado, el hábito enraizado durante años, ligado al disfrute que conlleva la ingesta, por lo menos tres veces al día. Hay que agregar las bebidas edulcoradas y refrescantes, que también tienen vela en la obesidad infantil, juvenil y adulta.
II. Las formas de crianza y el pretendido control se han tornado cada vez más permisivas y cada día más alejadas de la vigilancia o del monitoreo de las madres; son frecuentes los “tratos” maternos y paternos con sus vástagos, a cambio de compra de hamburguesas, pizzas, dulces y demás frituras.
La escasa vigilancia y control sobre la alimentación de los infantes ha tenido que ver con la incorporación laboral de las madres para contribuir –o hacerse cargo totalmente– de la manutención de sus hijos(as). El desapego y desinterés de los progenitores masculinos en este renglón, que siguen brillando por su ausencia, en nombre del patriarcado y del machismo más obtuso.
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Esta condición ha sustraído tiempo, disposición y conocimientos, impidiendo el desarrollo de habilidades, tanto a las madres como a los padres, para dedicarlo a la nada sencilla, farragosa y agotadora preparación de alimentos más nutritivos diariamente. No es casual que, como la otra cara de la misma moneda, la industria de la comida rápida haya crecido en las últimas décadas.
III. Culturalmente, nuestro régimen está amarrado a la tortilla, al pan, los lácteos y, según situación económica, a las carnes rojas. Como eje transversal, la ingesta de picante, basado en 64 tipos de chiles, si bien no aporta a la obesidad, entusiasma al consumo de diversos productos o platillos. Escapar, dentro de la 4T, a las otras tres T, resultaría poco menos que sacrílego a estas alturas, ya que tortas, tacos y tamales siguen resolviendo nuestra hambre cotidiana.
Seguiré…
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