Su vida fue breve e intensísima. Formó parte de la llamada Generación del 27; un grupo de notables escritores y poetas españoles que mediante su obra colocaron en un sitio de resonancia internacional a su país.
Acaso García Lorca sea más conocido en México por obras de teatro como “Bodas de sangre” o bien por “La Casa de Bernarda Alba”. Su producción poética fue prolífica. Quienes se asusten ante el deseo homoerótico, esquivarán su amplia variedad de poemas; especialmente sus Sonetos del amor oscuro y, desde luego, Diván del Tamarit.
Enseguida, algunos trozos, arrancados por la fuerza y sin piedad de tres sonetos distintos. “Tú nunca entenderás lo que te quiero porque duermes en mi y estás dormido. Yo te oculto llorando, perseguido por una voz de penetrante acero”. O bien el siguiente segmento: “Noche arriba los dos con luna llena, yo me puse a llorar y tú reías. Tu desdén era un dios, las quejas mías momentos y palomas en cadena”. Tal vez una sensible pregunta como la siguiente: “¿No viste por el aire transparente una dalia de penas y alegrías que te mandó mi corazón caliente?”.
Como se sabe, su vida fue cortada arteramente en la madrugada del 18 de agosto de 1936; eran los primeros meses del asalto, venido con esos vientos de julio que descendían de Islas Canarias, bajo el mando de Francisco Franco. Había que aniquilar todo pensamiento libertario y democrático que se opusiera al régimen dictatorial.
A Federico García Lorca le fincaron acusaciones como brindar apoyo a los rusos, ser socialista y, por ser homosexual. Las dos primeras, infundadas. El poeta vivió y disfrutó, como pocos, su pasión homoerótica. Las fiestas privadas y los encuentros furtivos con chulos venales, eran sus cocteles predilectos.
Federico buscó el amor en Salvador Dalí, en Rafael Rodríguez Rapún, en Rafael Martínez Nadal, en Vicente Aleixandre, en el escultor Emilio Aladrén. El gran vidista Lorca, no lo halló.
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