Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
Mentir, deformar, agregar, omitir, tergiversar, ocultar, están dentro de las motivaciones humanas; en mayor o menor medida, es parte constitutiva de cada quien y de su circunstancia. Habrá quienes afirmen que jamás han mentido; esa es la relación que guardan con la falsedad y, me parece una virtud. Otras personas dirán que han lanzado mentiras “piadosas”, sin más propósito que proteger a otra persona o también a sí mismos, sin graves consecuencias.
Viene a cuento el asunto por lo sucedido la semana pasada con una mujer que, estando desde las 16:00 horas en un bar con amigas y amigos, decidió a las 20:58 horas enviar a su madre un mensaje por WhatsApp para comentarle: “Mami este señor [conductor de un taxi rosa que presuntamente había abordado minutos antes] se ve bien sospechoso y grosero”. Acto seguido, apagó su celular durante las siguientes 14 horas.
La alarma se encendió y su familia, en cuestión de horas, propagó su búsqueda, convirtiéndola en tendencia en Twitter. El protocolo de búsqueda de la Ciudad de México (CDMX), medios de comunicación y otras redes como Facebook y WhatsApp notificaron y difundieron la desaparición (posible secuestro) de la joven.
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Ante la creciente inseguridad pública, robos con violencia y secuestros era inevitable pensar en otro feminicidio más. Ese mensaje artificial enviado por la mujer de 27 años, madre de tres hijos, pretendía encubrir su convivencia nocturna, misma que concluyó a las diez de la mañana del día siguiente. Pasado el susto y habiendo regresado sana y salva a su casa, comento lo siguiente:
I. La noticia falsa, viralizada, dio evidencias del buen funcionamiento del protocolo que opera la CDMX. Mal se haría si se desatendiera cualquier otra alerta futura.
II. La dinámica de algunas familias impide hablar con claridad sobre temas-tabú. Que una mujer de 27 años, en plena adultez, no pueda decirle a su madre que se irá de copas y que regresará al día siguiente, deja ver otra problemática. Muchas mujeres adultas permiten que las infantilicen, como si no tuvieran vida sexual ni ánimos para la diversión.
III. El desafío que tiene la señora que envió ese mensaje, es hacer valer su derecho al olvido; a que se borre de las redes sociales su error, su equívoco; un sinsentido que –como cualquier ser humano— cometió. Ojalá que así sea.
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