Es revelador el hecho de que este tipo de escenas o “momentos kodak”, circulan con menor frecuencia presentando a progenitores conviviendo con hijas o hijos adolescentes o jóvenes que desfogan su vida entre las 13 y 22 primaveras. Ello da cuenta de las tensiones, distancias o discrepancias que usualmente entreteje el mundo adulto con el juvenil. Como un día lo comentó el escritor y humorista estadounidense Mark Twain: “Cuando yo tenía 14 años, mi padre era un ignorante insoportable…”
Otras postales que gravitan para dar cuenta del emblemático festejo a la paternidad tiene que ver con el padre mayor o, como eufemísticamente se dice, de la tercera edad. Entonces los textos que acompañan a las solidificadas estampas tienen que ver con la revaloración de las enseñanzas; de lo que se heredó en vivencias compartidas con la descendencia; algunas ocasiones se concede cierta dosis o chispa de sabiduría al progenitor.
En menor medida, hay iconografías que aluden a aquellos ascendentes que han fallecido. Entonces el repunte valorativo, cual disfunción eréctil, es imparable. Así somos, al que ha partido, le glorificamos o lo canonizamos. ¿Yo?, mejor espero.
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