Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
Si bien casi nada nuevo hay bajo el sol, se observa una progresiva generación de imputaciones falsas o maliciosas. Están al día y lamentablemente circulan veloz y peligrosamente a través de las redes sociales digitales, así como en cuantiosos medios locales que parecen hijos legítimos del barbero romano Pasquino. Se trata de la práctica del engaño con apariencia de verdad. Hablo de las imposturas, en tanto devienen de la palabra impostor; etiquetadas en el campo periodístico con el anglicismo fake news (noticias falsas).
En México y en otras partes del mundo se han registrado venganzas, agresiones e incluso algunos sujetos o grupos enardecidos han lastimado y hasta asesinado a personas porque han creído en lo que «alguien» publicó falsa o engañosamente en redes sociales o en algunos medios provinciales. Revisar, validar, verificar, cotejar, acudir a fuentes fidedignas, comparar, analizar, evaluar repercusiones antes de seguir frenéticamente con en el teclado bajo las manos, son operaciones cognitivo-emotivas que están en franco desuso; se cree que están «fuera de moda» las más elementales bases de la ética comunicativa.
Redes sociales como Facebook y WhatsApp parecen las autopistas por donde también circulan más calumnias. Es difícil detener la generación de este tipo de mensajes debido a que cualquier individuo o grupo con acceso internet puede provocar un daño de dimensiones monumentales, tanto a escala individual, empresarial, gubernamental como en las universidades. Nadie está a salvo.
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Del otro lado de este caudaloso río de noticias ilegítimas, vive una población mediatizada, con baja o nula capacidad de crítica, de duda, o por lo menos con partículas de escepticismo en sus saturadas mentes atiborradas de cotilleo, rumorología, periódicos amarillistas, de revistas del corazón, pasquines y de atronadores Best-sellers. Por ello, todo cuanto se lee o se escucha, simple y llanamente, se fanatiza.
Aseveraciones malintencionadas, expresiones descontextualizadas, fotografías de otro tiempo, suplantación de identidades, centros telefónicos «autorizados» por bancos para tele-robar a tarjetahabientes, encuestadoras no identificadas, medios apócrifos y sitios oficiales clonados, son algunas de las lindezas que acrecientan la circulación de mentiras este siglo XXI.
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