
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
Cuando referimos a los jóvenes, regularmente los imaginamos como un grupo homogéneo. Pero dentro de esta categoría existen diversas juventudes. Hemos de tener en cuenta que quienes tienen entre 15 y 17 o 18 años, al quedar fuera del sistema educativo, diversifican sus formas de subsistir durante esta etapa.
Las estadísticas dejan claro que entre los(as) jóvenes que truncan sus estudios de secundaria o de nivel medio superior –especialmente si proceden de hogares de clases sociales bajas o medias bajas—aumenta la probabilidad de que inicien su vida sexual; de tener embarazos no planeados y, en algunos casos, recurren a interrupciones clandestinas de esa gestación no deseada; además deben buscar empleos informales o aceptar salarios más bajos. En otros casos, lamentablemente pueden ser cooptados por la delincuencia organizada. Para este segmento de población excluida, las políticas públicas y los programas sociales tendrían que estar claramente focalizados, pues viven otras condiciones que poca relación tiene con el resto de los jóvenes escolarizados de clases sociales media y alta.
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También habría que atender a los y las jóvenes que proceden de las 68 etnias en México. Si se emana de los llamados pueblos originarios, se sabe que los poco más de 11 millones de indígenas, son los más pobres entre los pobres; los más subalimentados entre los desnutridos y los jóvenes, reportan mayor deserción, reprobación y rezago escolar.
Otros grupos específicos que colorean a estas primeras etapas de las juventudes aquí y allende las fronteras, pueden apreciarse a partir de las necesidades de pertenencia, organización, reconocimiento y capacidad para ocupar las calles, colonias y otros espacios públicos. Se trata de jóvenes que son identificados a partir de su pertenencia a bandas, grupos, pandillas, tribus e, incluso, aquellos que desde distintos puntos del país se incorporan a los Mara Salvatrucha (MS-13) o a los del Barrio 18. Una parte de estos dos últimos, con presencia en los EEUU, también están asentados en la frontera del sureste mexicano, cooptando a nuestros jóvenes menores de edad, especialmente en Chiapas. Desde luego, no todas las bandas cometen actos delictivos, pero sí las hay. He aquí la obligación de políticas públicas y programas diferenciados. Seguiré…
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