Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
El próximo 2 de marzo iniciará el tercer conteo censal de este siglo XXI. El ejercicio concluirá el viernes 27 del mismo mes. Aunque en la historia del país se registran algunos intentos por saber cuántas personas habitaban en el territorio, fue hasta 1895, en el régimen presidencial del general oaxaqueño José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, cuando se realizó el primer conteo sistemático.
A partir de 1900, cada década se efectúan estos registros caminando tierra y asfalto. Al paso del tiempo, nuevas macrovariables se han incorporado, lo que ha permitido comprender los cambios poblacionales, aunque los agregados, fusiones o desgloses de unidades informativas han limitado el análisis longitudinal y comparativo entre el siglo anterior y este que apenas brota.
En el amanecer de la pasada centuria, el censo disponía de una “Cédula para habitantes presentes y de paso”. En la categoría de estado civil, por ejemplo, únicamente incluían cuatro variables: menor de edad, persona soltera, casada o viuda; no se consideraban situaciones censuradas entonces como: unión libre, separada(o) y, menos aún, divorciado(a); habría que esperar a que el presidente coahuilense Venustiano Carranza, en 1914, decretara la Ley del Divorcio, sobre todo para que privilegiados masculinos comenzaran a ejercer ese refrescante derecho.
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En el campo de la religión, la cédula consideraba únicamente tres opciones: católica, protestante o de otro culto; no había cabida para el abominable ateísmo. Para el caso de las personas con alguna discapacidad, la macrovariable se denominaba “Defectos físicos e intelectuales”, desglosándose en: ceguera, sordo-mutismo, idiotismo, cretinismo o enajenación mental. Hoy, esos términos serían lanzados no solamente a la hoguera mediática sino que estarían en las mazmorras de lo execrable desde la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y despreciadas al unísono por las 32 comisiones estatales.
En aquel año 1900, México reportó más de 13 millones de habitantes, distribuidos en un territorio predominantemente rural. Jalisco, Guanajuato y Puebla superaban el millón de habitantes, cada uno; cerca de esa cifra, por encima de 900 mil, estaban Veracruz, Oaxaca, Michoacán y el Estado de México. El Distrito Federal apenas registraba 540 mil almas en su terruño. Seguiré…
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