
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
Los flujos migratorios responden a diversos factores, muchos de ellos están fuera de los planes de las personas específicas. Por ejemplo, las guerras, los efectos del terrorismo, la presencia del crimen organizado o de la delincuencia; no se diga las crisis económicas que han azotado a una gran cantidad de países en distintos puntos del orbe, así como la cruel llegada de gobiernos militares en determinados países o el hartazgo que produce en la gente la galopante corrupción y la impunidad, son detonantes para que diversos grupos y clases sociales decidan abandonar su tierra de origen.
La historia de la humanidad ha dejado claro que fenómenos como: epidemias, terremotos, inundaciones o sequías han producido grandes oleadas migratorias en distintas épocas. La necesidad de sobrevivencia y salvaguarda son imperativos que sobrepasan las demarcaciones geopolíticas que desde el siglo XVII comenzaron a configurar los Estados-Nación. No es casual que “frontera” proceda de la jerga militar para señalar los linderos en los que se entra en contacto con el enemigo. Quizá de ahí que al extranjero (extraño) se le asocie con aquello que amenaza a la comunidad, al país.
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Después de las consabidas sumas y restas, México es un país expulsor de su población. Nueve de cada diez personas que deciden emigrar tienen como destino los EEUU. El segundo punto de arribo que eligen nuestros connacionales –aunque muy alejado en términos absolutos– es Canadá. Menos del uno por ciento de los mexicanos que optan por marcharse lo hacen para ir a España, Alemania, Francia o bien a Reino Unido.
Las once entidades federativas que más aportaron a la emigración en el periodo 2009-2014, desde luego que mayoritariamente hacia los EEUU, fueron, en orden decreciente: Distrito Federal, Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí, Oaxaca, Estado de México, Chihuahua e Hidalgo.
¿Por qué se van de este próspero e impoluto país? Buscan alcanzar mejores condiciones de vida que aquí no lograrían en generaciones enteras. Gracias a que se marchan y a que la gran mayoría se coloca en algún empleo, el dinero que desde allá mandan a sus familiares, se convierte en las remesas que la economía mexicana necesita. Sin ese dinero entrante, la vida nacional simple y llanamente colapsaría. Seguiré…
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