Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
Ayer, como desde hace más de medio siglo en México, se celebró el Día del Padre. A la mayoría de la gente le habita el estereotipo del patriarca agasajado en compañía de su esposa; madre de sus vástagos, con sus respectivos hijos y/o hijas (hasta máximo tres descendientes, como marca la tendencia). Dicha imagen normalmente oculta otras paternidades, dignas de consideración. Convengamos una breve excursión.
1). Padres que son recordados, añorados o ignorados debido a que partieron temprana, intempestiva o tardíamente de esta vida.
2). Progenitores que lo fueron o lo son, pero que biológicamente no aportaron la semilla germinal; una noble forma filial poco valorada, secretamente resguardada o simplemente no confesada por alguna de las partes implicadas.
3). Patriarcas ausentes que por factores heterogéneos no consiguieron ejercer este distinguido título.
4). Papás que, ante diferentes vicisitudes o fallidos intentos, se enfilaron a la generosa adopción para cubrir esa necesidad cardinal.
5). Figuras masculinas que en personas concretas han logrado constituirse en figuras paternas o simbólicas, sin que ello contravenga o desdibuje la figura del progenitor biológico.
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¿Cómo dejar de mencionar a los homo-padres, dado el matrimonio igualitario? Masculinos con una paternidad digna de aprecio. Las vías son: haber salido del clóset –por parte del padre o del hijo(a)–; subrogación de vientre o, adopción legal o de facto en nombre de esa dedicación protectora.
La desnuda realidad incluye otras formas amorosas. Aquellos padres que, siguiendo con vida, han caído en la decrepitud o la senilidad, pero cuya presencia, para sus descendientes, les alegra o brinda esperanza, a pesar de que ellos se hayan marchado por el sendero de sus olvidos o lagunas.
A menudo, no tenemos en nuestros pensamientos a quienes tienen como hijos(as) a enfermos(as) crónicos(as); débiles mentales; discapacitados(as); prisioneros(as) o recluidos; dolientes terminales o, sin futuro porque les tiene la delincuencia organizada o apresados por las drogas. Desde esos infiernos, también se ejerce la progenitura, aunque desgarradora e inenarrable, pero ahí está.
Debemos aquilatar aquello que nos habita; formas de vida que permanecen cerca o lejos de nosotros. Toda celebración es, en parte, un ritual atestado de omisiones.
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