
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
El acceso a los estudios de licenciatura en México exhibe diversos problemas. La cantidad de jóvenes que concluyen el nivel medio superior y que desean ingresar (demanda) a los estudios profesionales, está por encima de la oferta de espacios que tienen las Instituciones de Educación Superior (IES) públicas. Esto es consecuencia ineludible de una financiación insuficiente por parte del Estado Mexicano. La discordancia entre demanda y oferta ha provocado que:
1). Casi 70 % de ellos vean frustradas sus aspiraciones de ascender en la pirámide educativa. Dentro de esa proporción, según el informe reciente de la OCDE, 2017, figuramos entre los países con más altos porcentajes de jóvenes entre 15 y 19 años que, ni estudian ni trabajan (NINI), junto con Colombia y Brasil.
2). Que el reducido segmento de chicos(as) que se sobreponen al infortunio de no haber ingresado a la universidad pública, con esfuerzos económicos por parte de sus respectivas familias, se den a la tarea de buscar espacio en IES privadas; el problema de ello es que, así como existen instituciones particulares que acreditan su calidad, para nadie es un secreto que proliferan centros o “universidades” de tercera y hasta de quinta categoría cuyo único mérito es haber encontrado cómo lucrar con el deseo de quienes luchan por conseguir una credencial profesional y,
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3). Otro segmento de la demanda potencial que no logra concretar sus aspiraciones ha de contentarse con redirigir sus intereses hacia programas educativos de nivel técnico-superior que lamentablemente no gozan del “prestigio social” por el hecho de no emanar de las universidades. Lo que regularmente no se alcanza a ver es que los egresados de estudios técnico-profesionales, salvo notables excepciones, experimentan en carne viva situaciones de orden estructural e histórico-social. En países desarrollados y por ende con menores desigualdades, quienes se forman en estos programas hallan empleo, reciben salarios decorosos y consecuentemente tienen una vida digna. En México, como en otras naciones igual o peor de desiguales, quienes portan estas profesiones son menos reconocidos o poco valorados.
Son ángulos que nos permiten ver que existen puntos de encuentro vital entre las decisiones de los políticos y la vida concreta de los jóvenes.
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