
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
A menudo se dice que para un puñado de países el turismo constituye una de las arterias más poderosas del tercer sector de la economía.
La riqueza cultural que la historia ha decantado en cada nación forma parte de ese capital tangible e intangible que opera como atractivo.
He ahí la importancia de saber aquilatar esos aportes generados por la naturaleza o creados por la acción humana.
Según cifras de la Organización Mundial del Turismo (OMT) 2016, Francia, EEUU y España recibieron –cada uno– más de 75 millones de visitantes al año, mientras que México apenas reportó 35 millones de turistas
¿Por qué?
La infraestructura carretera, el transporte, el equipamiento urbano, el sistema de telecomunicaciones y la diversidad de sitios para ofrecer hospedaje, alimentación y recreación forman parte indisoluble de esta significativa actividad de la economía local y nacional.
Aquí, el papel que desempeñan las políticas públicas es estratégico, pues se requiere de una visión de largo plazo, fuera de los sistemas métricos trienales, sexenales y, por extensión, electoreros.
Un país puede ser altamente atractivo para los viajeros, por motivos y/o razones insospechadas.
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Pero lo que constituye el talón de Aquiles de cualquier experiencia turística está vinculada a las características sustantivas con las que se brindan los servicios o espacios que se ofrecen al consumidor:
Contenido, atención, disposición, calidez, interés, eficacia, eficiencia, profesionalismo, flexibilidad, honradez y, en tanto se trata de un negocio, prima el firme propósito de que se hable bien de esa experiencia cuando el visitante regrese a su lugar de origen, para volver o para animar a otros a disfrutar de esa vivencia.
Entre los 30 países que más invierten en turismo, México ocupa el número 28.
Hay componentes estructurales y situacionales que amargan la experiencia turística. Se trata de asuntos como:
Robos, timos, trampas, costos engañosos, sobreprecios; como el abandono de sitios y pueblos que podrían atraer, pero que fallan por su descuido.
Todavía más:
Esa sensación de vulnerabilidad que se siente cuando uno sale a caminar por la tarde-noche, sintiendo que en cualquier momento va a ser agredido o atracado, es verdaderamente pavorosa.
He ahí nuestro lugar como país.
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