
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Coordinador Ejecutivo de la Red FAMECOM
En el año 1950, el INEGI reportaba que había 1.4 millones de personas de 60 años y más, cifra que representaba 4.6 % del total de la población. La mayoría de ellos, hundidos en el analfabetismo, la pobreza y, asentados en los medios rurales o en comunidades indígenas.
Medio siglo más tarde, resultado de políticas en salud, traducidas en menor mortalidad y aumento en fecundidad, los adultos mayores eran 6.9 millones, 10.5 % del total de habitantes en suelo mexicano.
Para este 2017, según datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO) se reportaron 13 millones de ciudadanos igual o mayores a los 60 otoños, prácticamente 9.5 % de la población.
Hasta aquí las cifras en estado sólido y refrigeradas.
Ahora, algunos aspectos de las condiciones de vida, en estado “líquido”, en términos baumanianos.
La vejez, de suyo, incluye un declive que es propio de la vida; nuestra existencia, capacidades y habilidades merman irremediablemente en lo funcional, cognitivo y social.
La vida cotidiana, a partir de esta etapa, se vacía o se erosiona porque la discapacidad –por distintos ángulos– crece despiadadamente.
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Las enfermedades crónico-degenerativas entran en escena con mayor fuerza, especialmente aquellas relacionadas con afecciones del sistema circulatorio, seguidas de los problemas endócrinos y nutricionales, más los casos relacionados con tumores.
En este segmento de “adultos mayores” apenas un tercio de ellos y ellas continúan participando económicamente, sin que ello signifique que sus ingresos sean suficientes para tener buena calidad de vida.
Sin embargo, la mayoría de la Población Económicamente Activa (PEA)que forma parte de la tercera edad son masculinos, a razón de 5 de cada diez, mientras que para el caso de las mujeres ocurre en 2 de cada diez casos. Asuntos de género y generación.
Quienes han tenido la fortuna de estar pensionados, que son apenas la cuarta parte de los apacibles sesenta y más, lo han logrado por tiempo de servicio en su empleo (41 %); retiro o cesantía en edad avanzada (34 %) o, por viudez (17.5 %).
El porcentaje restante se distribuye entre los retirados por accidente o enfermedad de trabajo y, por otras causas.
¿Qué ocurre con casi el 75 % de personas que transitan por esta etapa de la vejez y que no forman parte de la PEA?
Seguiré…
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